Al pueblo lo que es del pueblo

02 marzo, 2007

De la producción en masa de la individualidad

Nacer, crecer, reproducirse y morir son los lineamientos mínimos de cualquier ser vivo. Son objetivos básicos y realidades naturales del hombre solo eludibles ante una muerte temprana. Para alcanzarlas debe satisfacer necesidades también básicas como la alimentación, el refugio y la higiene, los cuales proporcionarían una vida lo suficientemente duradera como para permitir la reproducción, la continuación de la especie.

Con el correr de los siglos el hombre evolucionó hacia un estilo de vida sedentario, dejando la condición de nómade de lado y asentándose en territorios que le son convenientes para lograr la satisfacción de sus necesidades primarias. Las actividades de campo proveén históricamente objetos de necesidad innegable e irremplazable y su consumo es constante. Así también la educación y profesionalización de actividades varias logró satisfacer necesidades más complejas o técnicas como aquellas emparentadas con la salud, la mecanización de tareas o el confort de la manipulación de la energía para maximizar la satisfacción de necesidades básicas.

Lejos están los tiempos en los que el hombre producía para el consumo, para vivir. Hoy la actividad económica ofrece los artículos de necesidad primaria acompañados de un amplio menú de artículos / servicios orientados a satisfacer nuevas necesidades y artículos / servicios que satisfacen necesidades ficticias, irreales, meros inventos impuestos en la conciencia de la población con el fin de generar un mercado que de otra forma no hubiése existido jamás.

El hombre consume no por necesidad sino por imposición. La necesidad de hacerse con un artículo de lujo no es real, no modifica sus posibilidades de alcanzar los objetivos básicos del individuo, se trata del consumo de una imágen ficticia de una realidad proyectable a partir del consumo de un artículo / servicio que objetivamente no genera ningún cambio drástico en su realidad pero que subjetivamente es imperativo conseguir. El hombre no entiende por qué lo necesita, solo sabe que lo necesita y lo tiene que tener.

En esta sociedad consumista el hombre es rehén de su entorno, es lo que otros dicen de él, es quien sus pares ven. Vive en esta disyuntiva intentando lograr aceptación, similitud y complicidad con sus pares; el consumo de necesidades ficticias explota esta búsqueda de la individualidad producida en masa. El hombre quiere ser distinto, quiere ser original, quiere ser observado y aceptado... y en el mercado se puede comprar la originalidad.

El hombre compra individualidad, compra objetos / servicios que
lo diferencian de otros sin tomar concienca de que la producción del objeto como así también su comercialización están abiertos a quien pueda abonar el precio de mercado. El objeto no es propio del hombre, es propio de una capacidad de consumo individual. A su vez estos artículos de lujo se transforman en definidores de individualidad: el producto habla por el hombre, lo muestra y lo define, cuanto más costoso / atractivo es el producto, más costoso / atractivo es su dueño.

El hombre ahora gira en el círculo vicioso de la originalidad, consume el producto creado y pensado para el consumo de toda la población pero vendido como símbolo de originalidad / distinción para diferenciarse de algunos y ser aceptado por otros. El hombre exhibe su distintivo porque lo identifica, el hombre no es más un hombre, es lo que su poder adquisitivo logra adquirir, es lo que consume.

El objeto ya representa al hombre, ahora lo define... pero el objeto pasa de moda y su aceptación es menor o nula. El hombre ya entregó su individualidad a su objeto, ya no es más el hombre, su objeto lo define y ahora muestra como un anticuado, un obsoleto. El hombre se desespera, no puede exhibirse como tal, necesita cambiar la imágen que le proyecta al mundo... necesita cambiar su individualidad, la actual nadie la aceptaría, necesita actualizar su personalidad urgentemente, tiene que comprar su personalidad antes de que el mundo se percate de que es inaceptable y lo margine.

El mercado lo sabía antes de que él lo imaginara y ya tiene preparada su nueva personalidad... en distintos colores y formas para que pueda elegir cual será su actitud hacia el mundo durante los próximos tiempos.

¿Será de un amarillo divertido y amigable? ¿Será un oscuro y misterioso negro? ¿Será un rojo ambicioso y determinado? ¿Será un gris desinteresado y afligido?

No es el hombre quien lo decide, es el mercado que valiéndose de la publicidad impone una línea de pensamiento social, una aceptación general de una necesidad inexistente y un estilo nuevo, distinto... el hombre ahora podrá actualizarse a si mismo, solo necesita tener el metal que abone el valor de mercado y obtener una respuesta que marcará su individualidad durante el tiempo que dure el objeto:
"Señor, ¿En qué color está disponible...?"

3 comentarios:

Leandro Dotto dijo...

Nice. Que satisfactorio ser una herramienta publicitaria para favorecer y apresurar la desinstitucinalización del individo.

Jejeje que bello es ser publicista!

Aguale dijo...

Mientras leia la ultima parte me acordé de una viejiiiiiisima frase de Henry Ford "que me pidan el color de autos que quieran mientras que sea negro", me parece que Henry fue el precursor del "comanlá!".

SaludosX

nahuel dijo...

qué lástima que este blog no se haya actualizado más, tiene algo que decir...

saludos, muy buenos los textos